Después de tantos meses, todavía sigo echando me menos a mi vieja compañera cuando salgo a correr. Pero desde que me dejó he comenzado a dibujar recorridos en la zona de la Solana, del arroyo de Valgrande, por el Barco y más allá de las Colinas. Rincones que se encuentran todos al otro lado de la carretera M 618.
Caminos que conozco desde hace años, pero que ahora incluyo en mis salidas más rutinarias por aquello de variar un poco el paisaje. Además, al estar más alejadas de las zonas habitadas, son lugares asilvestrados, por lo que tienes la sensación de un trote más campestre.
Lo único malo es que los recorridos por el otro lado siempre me llevan un poco más de tiempo, así que los reservo para cuando me despierto temprano o para cuando no me importa empezar luego con mis tareas media hora más tarde. Así que esas salidas son un pequeño regalo que me ofrezco de vez en cuando.
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