En el mundo deportivo, el tapering suele describir la disminución de la intensidad de los entrenamientos antes de una gran prueba. En mi caso refleja más bien el trotecillo cansino con el que recorro los caminos en esta época del año.
Y no sólo por el calor, que también. Mi tapering particular lo dicta la cercanía de mi desplazamiento estival al norte. A un lugar donde encontrar senderos para correr no es nada sencillo, así que termino haraganeando la mayor parte de los días.
Por eso mi habitual ritmo lento se hace casi mortecino. Hay veces en las que me da la sensación de que me desplazo porque la tierra gira sobre si misma, no porque yo realmente me mueva. En cada pequeña zancada el mundo se desplaza un poco bajo mis pies, mientras yo permanezco fijo en el mismo punto del universo. Es un poco la teoría de la relatividad del corredor del fondo.
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