Nunca he corrido en una carrera organizada. Bueno, al menos no en mi vida actual. En otra vida anterior, cuando tenía 17 años, sí que estuve federado y participé en varias pruebas de 1000 y 1500 metros.
Sin entrar ahora en los motivos por los que no me gusta competir, lo cierto es que lo que más me fascina de cualquier carrera no es el ganador, sino los que llegan detrás. Y de todos ellos, el que siempre me ha atrae más es el que llega el último. Sobre todo en las carreras populares.
Puede que sea porque me identifico personalmente más con ese corredor lento que con el ganador. Me lo imagino mucho más cerca de mi forma de pensar y de mi físico que los que luchan por las primeras posiciones.
También puede ser por mi tendencia a ponerme de parte de los perdedores de cualquier batalla, o de los equipos modestos cuando compiten contra superestrellas. No siento ningún placer vicario por las victorias fáciles de los campeones.
Scot Jurek siempre se quedaba a aplaudir a los que llegaban detrás de él (a veces muchas horas después) porque decía que tenía mucho más valor lo que hacían ellos, ya que estaban corriendo durante bastante más tiempo que él.
Por eso suelo seguir con la mirada a los atletas que cierran las carreras. Sufren lo mismo (y a veces mucho más) que el resto, aunque saben que siempre van a llegar los últimos. Esos son mis héroes de verdad.
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