Boff Whalley comienza el libro con una crítica a la maratón. Pero no
porque no le guste correr esa distancia, sino por todo lo que conlleva la madre
de todas las carreras urbanas. La mitología que acompaña a esos 42 kilómetros
rompe lo que él realmente más valora: el placer de correr.
Pero correr de verdad. Para sentirte libre, feliz y disfrutar de cada
zancada. Para gozar de cada bocanada de aire que llena tus pulmones. Y para eso
hace falta dejar el asfalto, en general, y sobre todo la línea azul pintada a
lo largo de las calles hasta la meta.
En este tipo de blogs, revistas y libros, siempre suele aparecer la
famosa pregunta “¿por qué corres?” Parece que la gente no puede creerse la
respuesta más obvia (“porque me gusta”) y tienen que encontrar siempre un fin
oculto detrás. Lo curioso es que nadie hace esa pregunta si juegas al fútbol,
al tenis o al parchís.
A Boff Whalley le gusta correr. Y nos habla del placer infantil de
correr por el campo, por bosques y montañas, sorprendiendo animales,
disfrutando del paisaje. Maravillarnos cada día con los cambios de la
naturaleza. Mojarnos en medio de la lluvia, pisar la nieve recién caída, vadear
arroyos. Chapotear en medio del barro. Caernos y reírnos de esas caídas.
Sentirnos vivos.
Me gustaron mucho Feet in the
Clouds, Born to Run y Run Like Hell.
Pero realmente este libro es el que le recomendaría a alguien que me preguntara
alguna vez por qué corro.
Argumento
Boff Whalley fue uno de los componentes del grupo Chumbawamba (aunque
el grupo no te suene, seguro que has oído mil veces Tubthumping). En este libro nos cuenta su pasión por el fell
running. Con notas autobiográficas, reflexiones sobre las diferencias entre
correr por el campo y por el asfalto, y ejemplos de lo que ha ido descubriendo
a lo largo de su vida sobre lo que realmente le aporta perderse por bosques y
montañas.
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