La noche más oscura. Y mira que he corrido noches sin Luna. Pero el
miércoles, yendo hacia las cascadas me acordé de una noche de tinta en medio de
los Picos de Europa, en la que las nubes bajas tapaban hasta el más mínimo
fotón. Era como haber caído en un mar de alquitrán.
El halo del frontal abría un agujero en esa oscuridad a regañadientes.
Y todo, como en el caso de los Picos, por unas nubes tan bajas que cerraban el
reflejo de las estrellas y de las farolas de la Berzosa. Lo cierto es que
acojonaba un poco. Porque además pensaba que si se me estropeaba el frontal,
tendría que regresar a ciegas de verdad (me pasó entonces cerca de Bulnes y
tuve que seguir a gatas para no despeñarme).
Sin embargo, llegando al arroyo de Peregrinos las nubes se fueron
levantando y el cielo volvió a llenarse del reflejo de los pueblos cercanos, de
las farolas de la carretera de la Coruña y de Madrid, al fondo. Estamos tan
acostumbrados a la contaminación lumínica, que ya no sabemos cómo es la
oscuridad de verdad. De esa que decían los cuentos que era como boca de lobo.
Al final, hasta la Luna se dejó ver entre los jirones de nubes.
Siguiendo al Sol muy de cerca en su eterna carrera de relevos. En un par de
semanas llenará de nuevo la noche de luz. A no ser que la nubes vuelvan a
cerrarnos los ojos.
12,28 km (7,63 millas)
236 m
1h 13 min (10,09 Km/h)
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