Un regreso fugaz

Después de casi un mes sin poder correr, por fin he vuelto a trotar de nuevo por el campo. Con un escenario muy cambiado, gracias a las lluvias que han estado cayendo a lo largo de noviembre.

La última salida

No, no ha sido mi última salida al trote (espero!), pero el caso es que estos días he pensado mucho en lo que hacemos de forma habitual y en lo que dejamos atrás. Creo que casi nunca sabemos cuándo estamos realizando algo por última vez.

Esquivando matanzas

Últimamente salgo a corre sin saber si voy a trotar poco o mucho, lejos o cerca de casa. Las fuerzas deciden en cada momento hasta donde me van a llevar mis piernas. Y así, los recorridos los decide un poco el azar.

Plantas aromáticas

Esta semana por fin ha llovido un par de días. No demasiado, tan sólo ha caído un poco de agua. Pero ha sido suficiente para que el campo empiece a recuperarse.

Ni frío, ni agua

Estamos teniendo un tiempo realmente raro. Lo normal a estas alturas sería haber pasado ya por un par de temporales cargados de lluvia otoñal, y salir a correr con ropa de abrigo. Pero seguimos con una sequía que dura ya cuatro meses, y el frío tan sólo se ha asomado durante un par de días en septiembre.

La berrea

Como salgo a correr al amanecer, de vez en cuando me suelo cruzar con algún ciervo. Son animales muy tímidos e huidizos (lo normal cuando la presencia humana se suele traducir en una balacera), así que lo máximo que llego a atisbar es la grupa de algún ejemplar solitario cuando huye entre las jaras. Por eso, hoy me ha sorprendido ver tantos.

Do You See the Light?

Well, actually yes: "Joliet" Jake could see the light, but not me. These days I can't see anything when I run. Usually, I start at seven o'clock in the morning. But since the sun rises well past eight, I almost always run in the dark.

Frío y parón

Esta semana ha llegado el frío de repente. Un día salía a correr en camiseta corta y al siguiente necesitaba hasta guantes (lo cierto es que soy muy flojo de manos). Así que entre el cambio de temperatura y que ya es de noche casi todo el rato, me había mentalizado para acostumbrarme a esto de correr en otoño.

Una semana cualquiera

Hay veces en las que salgo a correr y no hay nada que me llame la atención. Ni hace calor, ni frío, ni llueve, ni nieva. Ni me cruzo con animales tímidos, ni con aves que pasan migrando, ni veo plantas raras. La luna no brilla redonda en lo alto, ni nubes oscuras dan ese toque melodramático a los cielos.

Vuelta a Hoyo

Aprovechando que me he vuelto a levantar al alba he decidido hacer este recorrido a contrapelo, por aquello de variar un poco. La idea era ir muy tranquilo, ya que la primera parte es una larga sucesión de cuestas hasta sobrepasar la altura del pueblo, disfrutando de las vistas desde las faldas de la sierra de Hoyo.

Paisajes lunares

Esta semana he salido a correr todos los días gracias a luz de la luna. Como el sol retrasa su salida por momentos, si no hubiera sido por nuestro querido satélite tendría que haber empezado a usar ya el frontal.

Compañeros del alba

Estos días que estoy saliendo a correr cuando la noche todavía cubre ligeramente el campo, me he cruzado con muchos animales. Zorros, jabalíes y chotacabras comparten conmigo el gusto por andar o volar a estas horas de luz esquiva.

Vuelta de reconocimiento

Cada otoño me siento un poco como Sísifo. Después de haber llegado a trotar más o menos bien justo antes de que comience el verano, tengo que volver a recuperar luego la forma casi desde cero. Y cada año siento que ese cero está todavía más abajo.

Campos agostados

Volver a trotar por los caminos de Hoyo ha vuelto a ser un trauma, como todos los años. Tras un par de meses disfrutando de la humedad del norte, nunca estoy preparado para encontrarme de golpe rodeado de un paisaje reseco y polvoriento.

Pico Castillo

Al este de la sierra Cabarga hay un montecillo desgajado que se alza como un faro en las cercanías de Solares. Es un pico que marca el territorio cercano, por lo que no es extraño que en su momento se construyera una pequeña atalaya en su cima. Seguramente por eso se le conoce como el Castillo.

Correr por una selva tropical

No es una frase muy poética, y no ceo que se pueda usar como reclamo turístico, pero nunca he sudado más que corriendo por Cantabria. Cuando está nublado, la humedad hace que me ponga a sudar desde el primer paso. Cuando sale el sol, la cosa empeora. Y de todos los lugares para desaguarse, el peor con diferencia es la selva tropical que crece en la sierra del Brusco.

Trenes fantasma

La Sierra Cabarga está cruzada por los restos de las minas e infraestructura que eran necesarias hace tiempo para sacar el hierro de sus entrañas. Entre sus cicatrices destacan las plataformas que se nivelaron para construir pequeños trenes con los que se transportaban los nódulos de mineral hasta el puerto de Astillero.

Sendero de la costa

He vuelto a trotar por el sendero de los acantilados de Ribamontán. Uno de los pocos recorridos que puedo hacer por la costa cántabra sin pisar asfalto.

Canal de Orleans

Aprovechando una breve estancia en Orleans, he trotado a lo largo del canal lateral del Loira, prolongación del canal de Orleans que se inauguró hace poco más de un siglo. Un recorrido corto que ha ido desde la ciudad hasta el pequeño pueblecito de Combleux.

Orillas del Cher

Después de haber curioseado un poco por la zona, he hecho un recorrido algo más largo remontado el Cher por su orilla izquierda y descendiendo luego por el lado opuesto. Una forma de conocer mejor este afluente del Loira, que no tiene nada que envidiarle.