La naturaleza nunca va a dejar de sorprenderme. En mis recorridos campestres, no hay semana en la que no me llame algo la atención. Puedes ser la forma de una piedra, o la manera en que crecen las raíces de un árbol. O el canto de un pájaro que nunca había oído. Pero estas fiestas pasadas ha habido dos cosas que realmente me han sorprendido. Dos hechos para colocarlos en la vitrina de mi gabinete de curiosidades particular.
El primero fue en la playa el primer día del año. Justo un poco antes habíamos estado comentando la proliferación masiva de medusas durante el verano en el Mediterráneo y lo poco que se habla de ello en la prensa (quizás por aquello de no espantar el turismo). Así que siendo invierno pensé que la playa estaría libre de estos bichos. Pero no.
De hecho había una verdadera invasión, aunque la mayoría de ellas estaban muertas en la orilla. Lo más curioso es que, junto con los cadáveres de miles de medusas que punteaban la playa como globos medio deshinchados, había también otra cosa: ristras de cápsulas trasparentes y gelatinosas que parecían contener un pequeño embrión.
Eran "huevos de medusa". O algo parecido. Porque parece que el ciclo vital de estos animales es realmente complicado. Además de flotar libres en los mares, en una de sus vidas anteriores también son más sedentarios (tipo anémona). En uno de sus estadios pasan por tener forma de gominola cristalina. Y parece que inocua, porque estas al menos se podían tocar sin peligro.
El segundo de los hechos que guardaré en mi memoria sucedió unos días más tarde. Cerca de la medianoche del 5 de enero, paseando por las calles de Torrelodones oí un trompeteo inconfundible en el cielo. Alzando la mirada vi un bando de grullas volando bajo y en formación (y cantando como locas).
En pleno invierno (al menos por la fecha) y en plena noche. Parece algo realmente raro. Pero echando un vistazo al blog me he dado cuenta de que ya las he visto en otras ocasiones a lo largo de noviembre, o en febrero. Y respecto a lo de volar de noche, por lo visto es habitual que no paren ni de día, ni de noche, durante las migraciones.
En cualquier caso, y aunque no sea tan raro, el efecto de ver un bando de grullas la noche de Reyes tenía algo de mágico. Lo mismo que las cápsulas cristalinas que descansaban en la línea donde rompen las olas. Cosas que sorprenden. Lo bueno de ser un ignorante es que todo te deja con la boca abierta.
Corrección: no eran "huevos de medusa" eran salpas.
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