Ha durado apenas unas horas, pero esta ha sido la primera nevada del año. Una nevada tan leve que he tenido que aprovecharla al momento, porque al anochecer ya se había fundido. Ha durado poco, pero ha merecido la pena.
Lo bueno de haber salido a trotar al atardecer ha sido el poder disfrutar del paisaje. Lo malo es que mi cuerpo ha decidido que no está dispuesto a correr a esas horas. Antes mis piernas fingían un poco de ritmo. Ahora ya ni eso.
Así que, entre la precaución al correr por nieve medio disuelta y los pulmones en huelga, el ritmo ha sido todavía más lento de lo habitual. Lo que he aprovechado para detenerme en cada curva del camino a hacer una foto. Cualquier excusa es buena para recuperar un poco el aliento. Más todavía si el paisaje está pintado de blanco.
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