Hace poco decidí tunear mis zapatillas viejas. Como ya tienen la suela muy lisa, a veces resbalaba en zonas con hierba alta, con el barro cuando llovía, al pisar piedras lisas o con la arenilla de los caminos (es decir, casi siempre). Lo normal llegado este momento hubiera sido jubilarlas. Pero antes de pasar página, quería probar un apaño que había visto en algunos blogs.
Lo cierto es que, después de correr unos meses, las zapatillas se adaptan perfectamente a nuestros pies. Y es una pena tener que desecharlas justo en ese momento por el desgaste de las suelas.
Así que hace unas semanas compré una bolsita de tornillos pequeños (de rosca-chapa, con cabeza semiesférica y 9 mm de largo) y los injerté en las suelas. Por la parte de fuera, porque no quería interferir con la parte central de la pisada.
Y el otro día me decidí a probarlas (en un recorrido corto que me permitía volver a casa si me molestaban). Pero no hizo falta, porque el resultado ha sido excelente. Se corre casi mejor que si estuvieran nuevas. Notando cómo se agarran en zonas de arenilla suelta o al pisar sobre lanchas de piedra.
Aunque la idea original está pensada para que no resbalen en las placas de hielo invernales, yo lo recomendaría para cualquier época. Me queda comprobar cómo responden en recorridos largos. Y no conviene pisar con ellas demasiado asfalto (ni el parqué de casa). Pero al menos pueden alargar la vida de nuestras viejas y queridas zapatillas.
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