Los griegos imaginaron a Hermes como un dios que recorría infatigable
los caminos terrestres y divinos, llevando las noticias de un lado a otro. Se
le conocía, entre otros nombres, como Hermes alipes (el de los pies alados).
Siglos más tarde, los romanos pondrían las alas en sus sandalias. Pero
los griegos sabían que su fuerza divina estaba en su interior, y no en las
tiras de cuero de que cubrían sus pies.
Todo este rollo viene a cuento porque hace unos días estuve leyendo
análisis de zapatillas (soy así de estúpido). Y el caso es que, una vez más,
terminé pensando lo mismo. ¿Coherencia o falta de imaginación? Puede que un
poco de cada.
En general, la literatura que se usa para loar las virtudes específicas
de cada modelo provoca vergüenza ajena. El problema no es que los de las
agencias de publicidad no sepan castellano. El problema de verdad es que, en el
fondo, no hay mucho que decir de unas zapatillas.
Pero las marcas sacan modelos y versiones nuevas cada temporada. Y no
vale eso de decir: “es la misma zapatilla de siempre, pero con colores
diferentes”. Así que hay que hablar de que los materiales son termoadictivos,
que los cordones son elasticoprogresivos o que las suelas tienen un factor X6
de regresión anatómico-morfogenética.
Y eso sin entrar en la idiotez de la pronación-supinación. Aunque en el
fondo yo les entiendo, su trabajo consiste en vender. El problema es que venden
humo. Y a precio de oro.
Creo que, de todos los factores que influyen para que corramos más
rápido y mejor, y para que no nos lesionemos, el de las zapatillas o la ropa es
el menos importante. Mientras tengamos los pies cómodos y un pantalón que no
nos roce ya vale.
Porque lo que de verdad importa son tres cosas: la forma de correr, el
peso y los músculos de las piernas. Lo primero nos evitará, sobre todo,
lesiones. Lo segundo nos hará ser más rápidos. Y lo tercero nos permitirá
correr durante más tiempo.
La mala forma de correr nos la provocan muchas veces esas zapatillas
ultra amortiguadas que nos entran por los ojos y nos dejan la cartera
temblando. Cuando lo único realmente importante es que sean cómodas (y a ser
posible lo más sencillas posibles). Sólo eso. De verdad. De la buena.
En cuanto al peso, si queremos bajar nuestras marcas personales, lo
mejor es adelgazar. Así, a ojillo, podemos correr un minuto más rápido los diez
kilómetros por cada kilo que bajemos. Por eso resulta tan patético ver
corredores con lorzas (es decir, cualquiera de nosotros) calzando unas zapatillas de
esas que pesan sólo 150 gramos, pensando que así van a ir más rápidos.
Y de lo de los músculos no hay que preocuparse, ni ponerse a hacer
tablas de ejercicios ortopédicos. Lo mejor es ir poco a poco. Aumentando la
distancia según vayamos cogiendo fuerza. Con la sencillez que otorga el sentido
común. Así, hasta que nos crezcan alas en el alma y podamos disfrutar corriendo junto a
Hermes alipes.
Llegué a tu página por casualidad, buscando en google Hoyo, correr y cosas similares. Soy vecino tuyo y también troto por el campo. Llevo ya unos meses leyendo tus entradas y quería felicitarte por ellas; muchas de ellas son muy interesantes y están llenas de sentido común (como esta última).
ResponderEliminarTe seguiré leyendo. Un saludo.
Javier
Gracias Javier. Supongo que algún día nos cruzaremos por los caminos de Hoyo. Un saludo.
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