Habían dicho que iba a estar todo el fin de semana lloviendo (y el caso
es que acertaron), así que viendo que el sábado al amanecer todavía no se
habían abierto los cielos, aproveché para volver a subir a la sierra de Hoyo.
La capa de nubes que lleva sobre nuestras cabezas desde hace días ha
hecho que la temperatura no baje demasiado por la noche, pero durante el
recorrido me alegré de haber cogido los guantes gordos, porque al final estuve
un rato corriendo con lluvia y con nieve.
Una vez más, a pesar del tiempo y de la hora, me he cruzado con gente
corriendo por el monte (un grupo cerca de la Silla del Diablo y dos parejas más
en la parte baja). Creo que, desde el verano pasado, cada vez hay más corredores
que han descubierto el placer que existe más allá del asfalto.
El camino no estaba demasiado embarrado, y la subida se podía hacer sin
problemas. En lo alto de la sierra ya han empezado a brotar las matas de peonía
(que se ven más desarrolladas en la cara sur, en zonas más protegidas.).
Al final, he ido alargando un poco el recorrido porque me encontraba
con fuerzas. El caso es que últimamente noto que aguanto ya más de tres horas
sin tener que tomar nada (en este caso ni siquiera agua, porque al correr con
fresco no sudo tanto). Había leído que el cuerpo se va acostumbrando, y parece
que es el caso. Veremos cómo va la cosa cuando llegue el verano.
28,12 km (17,47 millas)
976 m
3h 18 min (8,52 Km/h)
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