Hoy tocaba un día flojo. Y como eso se sabe desde el primer paso, me lo
he tomado con calma y he decidido disfrutar de la Luna llena a ritmo pausado.
En vista de que no estaba para batir ningún récord, he cambiado el
recorrido previsto (hasta el arroyo de Peregrinos) y he pillado el sendero que rodea las Colinas.
Siguiendo, eso sí, el sentido más sensato para bajar por caminos buenos y subir por los
malos.
Estas carreras trotonas son buenas para darle vueltas a la cabeza y
para observar el campo a nuestro alrededor. En este caso, la luz de la Luna
ayudaba mucho, y me ha permitido ver como se cruzaban por delante de mí cerca
de las depuradoras un conejo, un sapo y un jabalí. Por un momento me ha
parecido estar dentro del cuento de los músicos de Bremen.
Al final he tardado diez minutos más de lo habitual en hacer este
recorrido sencillo. Pero lo cierto es que muchas veces se disfruta más yendo
despacito, confirmando eso de que la velocidad no siempre da
la felicidad en esto del correr (quizás por eso yo soy tan feliz trotando).
11,59 km (7,20 millas)
231 m
1h 17 min (9,03 Km/h)
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