Estos días el campo se está llenado de narcisos pálidos. Son pequeñas
flores que crecen en grupos dispersos, y que no levantan ni un palmo del suelo.
Humildes hasta en su color desvaído. Pero el caso es que me al verlos mientras
corría he acordado del famoso poema de William Wordsworth. Aunque ni hubiera
una multitud, ni la brisa los hiciera bailar a la orilla de un lago.
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