...et nos mutamur in illis. Nunca mejor dicho. Porque llevo ya muchos años siguiendo siempre unas normas no escritas (o un poco sí) en esto de correr. Haciendo siempre salidas de dos o tres horas. No corriendo nunca dos días seguidos. Cambiando cada vez de recorrido para burlar el aburrimiento...
Pero las cosas cambian. Y no queda más que adaptarse para sacar lo mejor de cada situación. A mí esta vez el cambio me lleva a romper los moldes por los que he ido recorriendo el campo durante los últimos años. Algo bueno, porque no conviene dejarse llevar por las rutinas.
El caso es que a partir de ahora mis recorridos van a ser de una hora, todos los días y casi siempre por los mismos paisajes. Realmente no me puedo quejar. Sobre todo teniendo en cuenta que el escenario va a seguir siendo silvestre. Y que el cambio viene obligado por una buena razón.
El lunes tocaba volver a recuperar sensaciones después de un mes sin correr: la sensación de cansancio, la sensación de ahogo, la sensación de estar muerto... Fue un día para dar la bienvenida a una nueva etapa y para despedir el verano.
El martes se hacía raro correr con frio. Y con las piernas entumecidas. Pero el olor del campo húmedo todavía por las lluvias de la tarde anterior ayudaba a olvidar la continua asfixia pulmonar.
El miércoles la cosa fue un poco mejor. No es que volara precisamente, pero al menos terminé con ganas de más. Lo que ya es algo.
El jueves cambié de decorado. Como contaba con algo más de tiempo pude correr una hora y media por el canal de Guadarrama hasta la presa del Gasco.
El viernes terminé la semana otra vez por el canto del Pico. Repitiendo exactamente el mismo recorrido del lunes para ver si realmente la cosa había mejorado. Y lo cierto es que sí. Ya veremos cómo se presenta la semana que viene.
Me alegro del cambio, si la razón es buena... ya me contarás.
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