viernes, 23 de septiembre de 2016

Cuando no vemos lo que falta

No siempre es fácil fijarse en los que nos rodea. Sobre todo en el campo. Si vamos un poco despistados, nos podemos perder muchos detalles a los que no están acostumbrados nuestros ojos urbanos. Pero lo realmente difícil es percibir lo que ha desaparecido.

Y, a veces, eso es lo que más cambia en el paisaje. Una ausencia que deja mayor hueco que lo que permanece, aunque no la veamos. Pero esta semana al menos sí que me he dado cuenta de lo mucho que faltan en mis recorridos matinales dos cosas: flores y pájaros.

Las primeras viven ahora su peor momento del año. Al menos hasta que caigan las primeras lluvias de otoño y vuelvan a asomar sus cabezas floridas. Porque lo que falta de verdad es algo de humedad.

De los segundos, tan sólo he sido realmente consciente de su ausencia al cruzarme el otro día con un rabilargo solitario. Cuando lo normal en esta época es verles en grupos de 15 o 20, parloteando y persiguiéndose entre las encinas y enebros.

Así que ahora toca correr con poco color y poca música. Pero por lo menos con la alegría que da empezar el día disfrutando del campo.

El lunes volví a seguir el que creo que va a ser uno de mis recorridos más habituales. Trotando arriba y abajo por el canto del Pico. Por un senderillo en el que siempre es fácil ver pajarillos cantando entre los árboles y arbustos. Aunque esta semana tan sólo han sido algunas currucas y herrerillos.

El martes tocó rodear el torreón de los Lodones y bajar un rato por el camino del Pardillo. Disfrutando de un tiempo un poco más cálido y de un cielo cuajado de nubes altas.

El miércoles volví a recorrer el camino del Pardillo, pero esta vez bajando hasta la presa del Gasco. En uno de esos días en los que el cuerpo responde y nos hace volar (aunque sea un vuelo bajo, como el del grajo).

El jueves y viernes volvieron a traerme los paisajes del canto del Pico, aunque esta vez con un poco de variación. Siguiendo senderos ya casi olvidados y medio ocultos entre la maleza. Un día en un sentido y el otro al contrario. Aunque sólo sea por aquello de evitar la rutina.

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