Y no sólo porque el recorrido comience con una subida empinada. Al fin y al cabo a los que nos gusta trotar por montañas ya estamos acostumbrados a arrastrarnos cuesta arriba. Pero cuando termina el primer tramo, y dejamos atrás las plantaciones de eucaliptos, nos encontramos con un terreno en constante sube y baja con el piso roto por las raíces de los árboles y con piedras calizas que surgen de la tierra como si fueran dientes mellados.
Así que durante toda la travesía de la sierra apenas hay un par de tramos en los que se pueda trotar. El resto hay que ir con cien ojos para no tropezar con algún obstáculo medio oculto entre las hojas. O para no escurrirse con el barro durante las bajadas. O para no terminar más arañado de lo debido con los tojos de la punta del Brusco.
Al final, para cuando llegamos a la playa y atravesamos una zona de arena seca (en la que tampoco se puede correr), lo poco que queda del recorrido es un sendero de apenas un kilómetro. Menos mal que siempre podemos remojarnos con un baño, que nos cura el cansancio y nos alivia de los arañazos.
Además, lo bueno esta vez ha sido hacer el recorrido en buena compañía. Lo que también me ha permitido tener mejores fotos que las que hago yo con mi móvil.
domingo, 23 de agosto de 2020
Sierra del Brusco
Muchas veces me cuesta darme cuenta de las cosas. Por eso he tardado tanto en advertir que en este recorrido que llevo repitiendo durante los últimos años no se puede correr. Realmente merece la pena, porque desde lo alto de la sierra se puede disfrutar de unas vistas preciosas. Y el bosque de laurisilva por el que discurre el senderillo es realmente curioso, como si nos hubiéramos cambiado de planeta. Es una excursión perfecta para días nublados. Pero para ir andando.
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