Estos días he vuelto a correr cerca de casa. Salidas cortas por senderos ya muy conocidos. Sintiendo de nuevo las dos cosas que definen Castilla en verano: calor y aridez.
Lo del calor no es demasiado especial. Al fin y al cabo, en julio y agosto todo el hemisferio norte los sufre en mayor o en menor grado (y el sur hace lo mismo en enero y febrero). Pero este aire tan reseco lo disfrutamos sólo en muy pocos lugares. Algo que normalmente agradecemos los que hemos nacido en estos parajes.
Porque el caso es que cuando los castellanos viajamos por ahí, nos encontramos con nuestro mayor enemigo: la humedad. Y es entonces, con el cuerpo pegajoso, la piel de goma y el sudor chorreando por la espalda, cuando echamos de menos ese aire seco que nos amojama. Así que estos días aprovecho para secar un poco mis huesos antes de volver al norte.
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