No hay peor sordo

Llevo una semana sin poder salir ni a correr ni a dar un paseo por culpa de la gota. Una semana en la que además, me estoy sintiendo sin fuerzas. Quizás por eso, mi última salida antes de que me quedara en dique seco fue tan penosa. El cuerpo ya debía sentir los efectos del ataque y yo no supe escuchar. O no le hice caso.

La gota que colma el vaso

Después del trancazo de la semana pasada, he tenido un ataque que me está obligando a seguir parado. Es la gota de verdad. Y no sólo la que colma el vaso. Así que tendré que esperar a que pueda volver a pisar con garbo. Porque ahora lo máximo que puedo hacer es renquear cojeando del sillón al sofá, y del sofá a la cama.

Trancazo primaveral

Llevo siete días sin salir a trotar al campo por culpa de un trancazo de medio pelo. Algo bastante habitual estos días, en los que encima el polen no ayuda nada a los que tienen alergia. Pero después de una semana hablando como el pato Donald, con el cuerpo baldado y arrastrándome de silla en silla, lo cierto es que tengo ganas de volver a respirar por la nariz. Y correr de nuevo por la mañana temprano (que mientras tanto, se nos ha echado el verano encima).

Una pausa otoñal

El otoño ha venido con uno de sus regalos más habituales: un trancazo. Así que estaré unos días arrastrándome por los rincones, dejando un rastro de pañuelos y mocos. Lo bueno de correr por placer es que, cuando no acompaña el cuerpo, no tengo ningún problema en quedarme tumbado en el sofa. Aprovecharé para ver unos cuantos videos que tengo pendientes. Entre ellos, el mítico Unbreakable: The Western States 100. Así al menos mataré un poco el gusanillo.

Virus

A veces los mejores planes se frustran por las cosas más pequeñas. El proyecto de una salida larga por la montaña, con sol, nieve y un viento frío se ha quedado en eso. En proyecto. Y el culpable en este caso ha sido un virus. Un trancazo leve, pero que me ha dejado el cuerpo con pocas ganas de juerga. Otra vez será.