Es tan sólo una curiosidad. Pero el caso es que todas las semanas mis
carreras y paseos nocturno-caninos me llevan al escenario en el que Clint
Eastwood lucía su poncho por primera vez a las órdenes de Sergio Leone.
Y cuando corro por lo que fue la calle del duelo, siempre me acuerdo de
la película. Aunque ahora tan sólo queden un par de abrevaderos como recuerdo
de los decorados.