No es fácil encontrar playas salvajes en las que correr durante un rato largo sin cruzarse con nadie. Pero la de Salgado es perfecta para alejarse del mundanal ruido y perderse en medio de la nada. Sobre todo si la bruma nos sumerge en una burbuja en la que lo único que cuenta es la arena, el mar y nuestras huellas.
Cuando el cielo está despejado, esta playa ofrece unas vistas perfectas de Nazaré al norte, y de la serra de Boavista al este. El resto lo ponen las olas de un Atlántico que no se anda con bromas y una barra de arena que va cambiando con la marea.
Durante el día la gente baja por los pocos caminos que existen para ver el paisaje. Pero a primera hora de la mañana se puede disfrutar de kilómetros desiertos con la única compañia de las gaviotas. Un recorrido que merece de verdad la pena para volver a correr como niños.
1h 26 min
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