Aunque durante esta semana hemos tenido días de sol y de lluvia, lo cierto es que todas las mañanas he salido a correr entre brumas. A veces disfrutando un rato del cielo despejado en lo alto de las colinas, para luego sumergirme en paisajes líquidos en los que la luz se desvanece.
La humedad que hay en el ambiente empapa las hojas de los arbustos y convierte en pequeñas joyas las telarañas. Aunque a pesar de todo, el campo está terminando de sacudirse el agua sobrante que dejó la nevada. Así que los charcos se van haciendo más navegables.
Y como a pesar de que estamos en febrero hace poco frío, los pájaros están ya cantando a coro para anunciarnos que tenemos a la primavera a la vuelta de la esquina. Da gusto volver a escuchar sus silbidos, chillidos e incluso las risotadas de los pitos reales. El invierno no ha muerto todavía, pero la naturaleza ya ha comenzado el gran cambio.
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