Por mucho que el clima esté cambiando, no todo lo que nos toca vivir es nuevo. Por ejemplo, este año la lluvia casi no había caído. Muy poca en enero y nada en febrero, marzo y abril. Pero cuando ya mayo parecía que se despedía siguiendo la misma línea de sequía general, nos ha sorprendido con un final repleto de tormentas. Algo que antaño a veces también pasaba.
El agua ha llegado tarde para muchas plantas, la primavera ha pasado. Pero el campo ha recibido la lluvia como una salvación. Los animales que se acercaban a las casas para encontrar algo de comida, y sobre todo para beber, vuelven a corretear por zonas más silvestres.
La tierra se está empapando. Los árboles y arbustos recargan sus raíces con la humedad con la que salvarán el verano. Si no fuera porque cada vez me cuesta más encontrar el aliento, hasta disfrutaría corriendo con estas aguas de mayo.
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