Se ha acabado el fresquete, pero han llegado las lluvias de primavera. Como se suele decir, más vale tarde que nunca. Esta semana he salido con el campo todavía húmedo de las tormentas nocturnas, e incluso un día me llegó a llover ligeramente mientras corría al alba.
Después de un invierno tacaño y de una primavera agónica, el agua vuelve a mojar el suelo. Tan seco estaba que todavía tendrá que caer mucho más para que se empiecen a forma charcos. Y más todavía para que los arroyos vuelvan a hacer honor a su nombre.
Pero aunque sean tan sólo unas pocas tormentas, el caso es que han merecido la pena. El agua que han traído la agradecerán los árboles y arbustos para aguantar un verano que se anticipa seco.
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