Una salida larga, que al final se ha alargado más todavía cuando he decidido volver abriendo camino. Sabiendo lo flojo que voy ahora al trote, la idea era tratar de subir sólo hasta Cabeza Lijar, para disfrutar al menos del paisaje. Pero como me lo he tomado con calma desde la salida, he llegado a la cima con fuerzas para seguir la aventura.
Con la manta ya liada a la cabeza, he tirado por la cuerda hacia la Carrasquete, para bajar luego hacia la presa de la Jarosa, donde había dejado el coche.
En las alturas he estado rodeado de más flores de las esperadas. Es lo bueno de haber tenido muchas lluvias a finales de mayo. Así que, a los piornos que todavía se vestían de amarillo se le unían entre las rocas las frágiles flores de las Linaria elegans (una planta sin nombre común, aunque se lo merezca por su belleza).
Lo bueno del recorrido ha sido que, cuando las fuerzas empezaban a faltar, el camino ya era todo cuesta abajo. Lo malo es que, al tratar de evitar las muchedumbres de la Jarosa, he optado por regresar por la parte derecha del embalse.
Al principio la cosa comienza con una pista pero rápidamente desaperece y no queda otra que tirar monte a través (lo que al menos me ha permitido cruzarme con un par de corzos ladradores). Para rematar, al llegar a la presa de verdad he tenido escrúpulos a la hora de saltar una valla prohibida y he tenido que descender hasta el río primero, y subir por unas interminables escaleras después (255 escalones!).
Total, que al final he estado una hora de más atrochando malamente cuando podía haber vuelto tranquilamente por las praderas que bordean el fondo y la parte izquierda del embalse. Al menos ya lo sé para la próxima vez (si no se me olvida).
3h 57 min
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