Por fin he podido volver a correr, después de estar diez días parado por un virus. Uno de esos bichos tontorrones que no son graves, pero que te dejan un poco hecho polvo. Aunque la vuelta al trote no ha sido precisamente alegre y saltarina.
Puede que las ganas de salir otra vez al campo me hayan llevado a ponerme a correr demasiado pronto. O puede que en diez días haya perdido la poca forma que tenía. Pero el caso es que voy lento y termino medio muerto, incluso haciendo recorridos realmente cortos.
Lo bueno es que, mientras he estado encerrado, la primavera se ha arremangado y se ha subido los calcetines para imponer su ley. Ya hay flores por todas partes, los pájaros defienden sus territorios a voz en grito y las ranas ensayan sus conciertos ensordecedores con las hormonas desatadas. Por muy flojo que esté, no hay escusa para perderse este espectáculo.
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