La subida hasta los pozos de Noja siempre se me hace más larga y dura de lo previsto. Puede ser porque como se ve casi todo el recorrido desde el principio, parece engañosamente fácil. Pero no. Así que los planes de subir ya de paso hasta la peña Pelada terminan todas las veces en el cajón de los deseos.
El caso es que a pesar del cansancio el recorrido merece la pena. Porque las vistas se van abriendo poco a poco hacia la costa y hacia los valles vecinos. Con la única compañía de vacas, caballos y ovejas.
En este caso he aprovechado una mañana en la que el sol ha ido perdiendo la partida ante las nubes (que, por la tarde, se han posado en las cumbres para descargar un poco de lluvia). Lo típico del norte.
Porque estos paisajes que ensanchan el alma no se funden con el calor reseco de Castilla. Necesitan que el agua limpie los colores de la hierba. Así que, cuando toca chubascos, hay que recibirlos con una sonrisa en la cara.
3h 26 min
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