martes, 15 de agosto de 2017

Los secretos del Tecla

Cuando corro al amanecer parece que el mundo se empieza a hacer con cada paso que doy. La oscuridad de la noche va dejando paso poco a poco a paisajes nuevos que nadie ha visto antes. Es como ser un explorador de hace siglos, descubriendo mundos nuevos en cada curva del sendero.

A veces cuesta salir de la cama. Pero correr en soledad a esa hora, admirando el nacimiento de un nuevo mundo con esa luz extraordinaria del amanecer, no tiene precio.

Sobre todo si el sol surge sobre las montañas de Portugal, al otro lado del Miño. Y la luz va dibujando lentamente la línea que separa la costa del mar. Y el viento de la noche ha dejado limpios los cielos. Y los caminos que nos llevan hasta lo alto del Tecla discurren entre muros de piedra antiguos, recién rescatados del pasado tras permanecer secuestrados por la maleza durante años.

Porque realmente este montecillo de juguete me sigue sorprendiendo con la gran cantidad de secretos que esconde. Castros en diferentes estados de recuperación y descubrimiento. Con uno convertido en reclamo de turistas. Otro en plena labor de estudio. Un tercero apuntado sus muros entre la maleza. Y, seguramente, alguno más todavía escondido debajo de la tierra.

Senderos cubiertos de musgo que corren entre túneles verdes de acacias. Trochas empinadas con miradores desde los que otear el horizonte. O peñascos que parecen animales arcaicos surgiendo en un mar vegetal. Una colina en definitiva que ofrece mucho más que algunas montañas por las que he trotado.

1h 41 min




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