martes, 1 de octubre de 2019

La luz que se apaga

Quedan pocos días para que deje de correr al alba y pase directamente a trotar cuando sea todavía de noche. Los días se reducen y, muy pronto, además, llegarán el frío y la lluvia (si todavía no nos hemos cargado del todo el clima). Así que la sensación que tengo estos días es la de correr de prestado.

Como si el sol y el calorcillo templado de estas semanas fueran esas horas tardías de un domingo cualquiera. Se acaba lo bueno, pero todavía nos aferramos a ello.

El caso es que a mi me gusta el otoño. Incluso el invierno. Correr por el campo en los meses duros del frío y del hielo, con el viento gélido buscando una grieta por dónde meterse, es también divertido. Volver a casa congelados y darse una ducha calentita es un verdadero placer.

Pero para eso hace falta poder ver el campo, con sus colores negros y pardos. Saliendo a trotar a unas horas en las que se hace difícil encontrar hueco. Así que aprovecharé los últimos días de luz tempranera. Y luego correré a luz de una linterna.

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