No son los primeros en querer que corramos más rápido a cualquier precio. De hecho siempre ha habido gente dispuesta a “ayudar” a los deportistas con la ayuda de la medicina: anfetaminas, esteroides, EPO y otras hormonas.
Otros han usado la tecnología para que voláramos: desde clavos en las zapatillas hasta muelles, cohetes y zancos que harían las delicias del coyote en su lucha contra el correcaminos.
Las ayudas farmacológicas están prohibidas. De las tecnológicas, tan sólo los clavos han sido aceptados, aunque se usen casi exclusivamente en pista y en pruebas de cross.
Al menos hasta ahora. Porque gracias a Nike parece que se han admitido las trampas en el deporte. Tras depurar las ideas propuestas por ACME en cientos de cortos, los de la marca americana han sabido invertir sabiamente millones de dólares en todos los niveles para conseguir carta blanca.
Y no porque sus zapatillas tan sólo las puedan conseguir unos deportistas y otros no. El problema de verdad es que Nike abandere el dopaje tecnológico.
Para todos los que tengan dudas sobre si es ético utilizar esas zapatillas para correr, la respuesta es muy sencilla: si consiguen que cualquier corredor vaya más rápido, deberían estar prohibidas. Y el que piense que lo único que cuenta es la velocidad, que vaya en bicicleta. O mejor en moto.
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