Hoy he subido a correr hacia la Bola del Mundo por el valle de la Barranca. Y en mi subida, he seguido lo que se conoce como camino de la tubería. Este senderillo debe su nombre a los tubos por los que bajaba el agua desde la cabecera del valle, en la garganta del Infierno, hasta el antiguo sanatorio de Guadarrama.
Cuando se construyó en 1917, este hospital de reposo para tuberculosos era uno de los mejores del mundo. Afortunadamente la penicilina y otros avances científicos dejaron obsoletos todos los sanatorios de este tipo. En 1950 el de Guadarrama quedó abandonado, y en los años noventa lo demolieron. Ahora ya no queda nada que indique su existencia en la pradera que hay a la sombra de Peña Pintada.
El único recuerdo físico eran las tuberías del sendero, una de hierro y otra, seguramente más antigua, de algún tipo de cerámica. Restos de un sanatorio que en su momento mereció la vista de los reyes durante su inauguración.
Sin embargo, las tuberías que dan nombre al camino han desaparecido. Justo antes del confinamiento, algún departamento encargado del buen mantenimiento del Parque Nacional debió pensar, con razón, que esos restos ya no pintaban nada en medio de un paisaje de alta montaña. Además de que podrían ser peligrosos y contaminar el paisaje. Así que ahora, que han desaparecido, tan sólo nos queda la sombre de algo que ya había dejado de existir.
Una memoria que seguirá grabada, al menos durante un tiempo, en el nombre del sendero. Realmente el tramo más bonito de toda la subida hasta la Bola del Mundo desde el Ventorrillo. Ya que la pista que llevaba hasta el sanatorio, y que da luego la vuelta a la Barranca, es bastante anodina. Y el tramo final hacía Guarramillas no deja de ser una carreterilla asfaltada.
Como al empezar el recorrido no sentía las piernas demasiado fuertes, me lo he tomado con mucha calma. El paso lento me ha permitido llegar a la Bola mejor de lo esperado, así que en el collado del Piornal me he animado para alargar la salida hasta la Maliciosa.
Previamente, justo antes de llegar al pluviómetro del Piornal, he pasado al lado de un rebaño de cabras monteses con un espíritu menos silvestre que el de las vacas que rumiaban entre las genistas. Al no tener ningún depredador, y al estar prohibida su caza, estos animales se han convertido en un verdadero problema ecológico.
Después de ver Castilla desde la cima de la Maliciosa, he vuelto sobre mis pasos para bajar por la trocha empinada que termina en la Barranca. Durante la bajada me he cruzado con una tropa de corredores participando en alguna carrera. La mayor parte de ellos tan concentrados y poseídos del espíritu deportivo que ni devolvían el saludo. Es lo que tiene el tomarse a uno mismo demasiado en serio, que te conviertes en un cretino.
Afortunadamente, en la fuente de la campanilla he dejado atrás el recorrido de esa prueba y me he podido relajar por el sendero que me ha devuelto hasta la pista del Ventorrillo, justo por debajo de la plataforma en la que se alzaba el sanatorio. Hoy he llevado mi cabeza preparada para afrontar este corto tramo del recorrido. Siempre pienso que es un camino llano, pero realmente salva un desnivel de 150 metros. No mucho, aunque suficiente para amargarme el final de un recorrido en el que llego ya con las fuerzas justas. Hoy he conseguido que esa subida no se me atragantará, disfrutando totalmente de un recorrido por montañas de verdad.
3h 28 min.
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