Ayer me dejé las persianas subidas, así que esta mañana he abierto los ojos con las primeras luces, por lo que he aprovechado para salir a correr un poco al alba. Algo complicado en esta época del año, en la que el sol madruga mucho. Y como tenía más tiempo por delante del habitual, me he puesto a trotar por los viejos senderillos que unen Hoyo con Torrelodones.
Ya que volvía a recorrer esos caminos después de tanto tiempo, he ido dando rodeos para visitarlos todos: los que desde el oeste rodean la peña Bermeja, pasando cerca de la Berzosa; hasta los que vuelven directos subiendo por la zona del Camocho y las praderas de Veris.
Un recorrido en el que pensaba que iba a encontrarme con caminos expandidos, por la marabunta que hemos ido tomando el campo durante el último año, y que sin embargo me ha dado una agradable sorpresa. Porque lo que he visto es que, en tan poco tiempo, algunos de ellos se han cerrado casi del todo.
Me consuela saber que las cicatrices que nuestros pasos dejan en la tierra se curan rápido. Como los arañazos que me han dejado unos rosales silvestres. Ahora parece que me he peleado con un gato salvaje. Pero en un par de semanas no quedará ni rastro de ellos. O al menos eso espero.
1h 50 min
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