Normalmente prefiero hacer recorridos en los que la primera parte sea cuesta arriba. Así, para cuando el cansancio aparece, tan sólo tengo que dejarme llevar por la gravedad de vuelta a casa. Ya lo dice la sabiduría popular: cuesta abajo, hasta las piedras corren.
Sin embargo, este recorrido se sale de lo habitual, ya que primero baja siguiendo el arroyo de Trofa y luego remonta la altura perdida dándole la vuelta al palacio del Pendolero.
Al menos es un recorrido corto, así que lo normal es que no flojee demasiado el cuerpo. Y más saliendo pronto, para aprovechar la soledad y fresquete mañanero. Una salida que sobre todo me permite ver horizontes diferentes a los que veo entre semana. Bienvenidos sean.
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