Este invierno todavía no había pisado la nieve, así que la ocasión era perfecta para acercarme a la sierra y trotar un poco por las montañas hasta la zona nevada. Lo malo es que el sol de los últimos días la ha ido fundiendo y ya sólo aguanta en lo más alto. Así que el objetivo era subir hacia la Bola del Mundo, mientras el cuerpo aguantara.
He salido con las primeras luces del alba, con la luna iluminando la pista entre los pinos. Sabiendo que la cosa era larga, me lo he tomado con mucha calma, lo que al final ha reportado sus beneficios. Con un ritmo medio lento he llegado hasta el mirador de la Barranca, con los primeros rayos del sol iluminando la sierra. Antes ya me había cruzado con varios grupos de corzos. Es lo bueno de madrugar en el campo.
En el sendero de la tubería he coincidido con dos parejas de corredores que primero me han adelantado, pero a los que al final he dejado atrás en la zeta que sube a la cresta de las Cabrillas (en la que, haciendo honor a su nombre, ramoneaban varias cabras monteses).
Ya en la carreterilla que sube hasta la Bola, he ido pasando excursionistas, pisando por fin varias manchas de nieve helada. El cuerpo ha aguantado, pero el tramo final de la carretera era una enorme placa de hielo, por lo que he preferido volverme justo entonces, antes de tener una avería. Además, el fuerte viento que suele soplar en la cresta de Cuerda Larga ha hecho acto de presencia.
Así que he dado la vuelta y he regresado por el mismo camino (la opción de bajada por el collado del Piornal era impensable sin crampones). Una gran salida, en la que he podido llegar a lo más alto y he terminado sin demasiado cansancio. Uno de esos días en los que da gusto correr por las montañas.
2h 55 min
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