La gente suele decir que, cuando corres una maratón, alrededor del
kilómetro 30 te encuentras con el Muro. Así, con mayúsculas. Supongo que ese
Muro se ha hecho famoso por una razón muy sencilla: es el momento en el que la
mayor parte de la gente descubre por primera vez en su vida lo que es una
pájara.
La pájara llega cuando se han acabado las reservas de energía. Y lo
normal es que se acaben a las tres o cuatro horas de trabajo continuo (de ahí
que sea más habitual entre los ciclistas). Antes puede haber cansancio,
calambres, dolor, sudor y lágrimas. Todo chungo, pero eso no es el Muro.
Los profesionales y fauna similar corren la maratón en dos o tres
horas. Para eso hay que estar en muy buen forma. Pero no es un tiempo de
trabajo exagerado. Cuando pasan por el kilómetro 30 van cansados y con ganas de
llegar. Pero no están exhaustos.
La gente normal, los corredores de todos los días, suelen entrenar
durante una o dos horas como mucho. Tienen el cuerpo a punto y llegan a coger
ritmos rápidos. Pero el problema es que, cuando están en una maratón, se
encuentran con un elemento por el que no han pasado casi nunca. El del
agotamiento más completo y absoluto.
Como he dicho, ese momento suele llegar a las tres o cuatro horas.
Justo cuando muchos de los corredores pasan por el kilómetro 30. No es
cansancio. No es dolor. Es sencillamente una falta de fuerzas total, provocada
por el consumo de todas las reservas de energía de nuestro cuerpo.
La culpa no la tiene el esfuerzo físico. O al menos no de forma
directa. El problema aparece cuando no se han ido reponiendo esas reservas de
modo correcto. Y no, unas barritas o un par de botellines con bebidas azucaradas
no son suficientes.
En cualquier caso, aun sabiendo por qué pasa y aunque nos entrenemos
para evitarlo, el muro, la pájara o el tío del mazo siempre pueden esperarnos a
la vuelta de la esquina.
Por cierto, el video es de la película Run, Fatboy, Run (toda una declaración de intenciones).