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domingo, 27 de diciembre de 2015

Telégrafo

La última salida larga del año la he podido hacer una vez más al alba. Aprovechando ese momento mágico en el que los perfiles del paisaje se empiezan a dibujar poco a poco. Y en el que la luz saca sus mejores colores del día para pintar cada cosa, haciendo que hasta una sencilla piedra brille como nunca.

jueves, 30 de mayo de 2013

Telégrafo


Tenía ganas de hacer un recorrido largo desde hace unas semanas. Así que, aprovechando que el tiempo era perfecto (entre 10º y 15º, y con algunas nubes) he vuelto a acercarme hasta el Telégrafo.

lunes, 18 de febrero de 2013

Telégrafo


Un recorrido largo de ida y vuelta. Con tramos bonitos (sobre todo la subida final al Telégrafo, que en realidad es mitad de camino), pero que me está empezando a aburrir un poco. No me gusta lo de cruzar Moralzarzal o la urbanización de Villaba.

Además, la mayor parte del recorrido es por pista. Y a mí, cada vez me tiran más los senderos pequeños y el campo a través. Pero al menos este tipo de recorrido tiene sus ventajas.

Por problemas logísticos, he tenido que correr la mitad del tiempo de noche. Y a pesar del frontal, se ve mejor por pistas y caminos bien trazados que por trochas en medio del monte.

Sin frío, ni viento, ni lluvia, a pesar de que el cielo estaba nublado. Las nubes bajas permitían ver bien en muchas zonas al reflejar la luz de los pueblos. Pero ha enmascarado el alba, y no me ha dejado ver al amanecer. Una pena, ya que si sales a las cinco, lo peor es no poder disfrutar del sol saliendo por detrás de las montañas.

Media hora antes del alba, los pájaros han empezado como siempre a saludar el nuevo día. Y, como siempre, sigo sin saber cómo narices pueden saber esos bichos cuándo va a empezar a clarear, si todavía no se aprecia en el cielo el menor signo de luz (o al menos yo no lo aprecio).

El ritmo ha sido más suave de lo normal. El cuerpo no estaba para excesos. Por las lesiones invernales, llevaba mucho tiempo sin correr tanto y quería terminar entero y sin cansarme. El problema añadido ha sido un estómago temperamental, que no me ha dejado reponer bien por el camino.

Pero al final, he podido mantener el ritmo y he llegado bien en cuerpo y alma. Con el tiempo justo para darme una ducha rápida y llevar a mi hijo a correr un cross (él mantiene la bandera competitiva de la familia).

En resumen:
  • Tengo que encontrar un nuevo recorrido alternativo para las salidas largas.
  • Con un buen desayuno, el cuerpo aguanta las dos primeras horas. El problema viene luego si se come poco (o nada).
  • Cada vez que llego a la torre del Telégrafo me acuerdo de la escena de El Señor de los anillos, cuando encienden la hoguera en Minas Tirith para avisar a los jinetes de Rohan (aunque la línea de telégrafo de los Borbones usaba señales de colores y faroles).
42,05 Km (26,13 millas)
874 m
4h 45 min (8,85 km/h)

martes, 30 de octubre de 2012

Telégrafo


Es de noche y hace frio. Miro por la ventana y veo que el termómetro marca cero grados, por lo que decido cambiarme y ponerme las mallas largas. Sin embargo, pienso que con el calor de la carrera tan sólo me hará falta una camiseta fina de manga larga (tendría que haber pensado un poquito más).

Desayuno lo habitual antes de una carrera larga (té con leche endulzado con miel, dos tostadas con aceite y tomate y un vaso de zumo), lleno la camel-bag con isotónica, me pongo el frontal y la mochila y salgo. Son las cinco y media de la mañana, aunque el cambio de hora ayuda un poco (es como su fueran sólo las seis y media).

Empiezo lento. Ya sé que queda mucho por delante, y que mi cuerpo no empieza a rendir bien hasta que no llevo al menos media hora corriendo. Así que me lo tomo con calma. Hago pruebas con las dos posiciones del frontal. Con las luces cortas, y al ritmo que voy, me sobra para ir en llano y cuesta arriba. Pruebo las largas en la cuesta abajo y compruebo que van de maravilla. Aun así, creo que el botón de encendido es lo peor diseñado. A veces cuesta encontrar el punto justo para hacerlo funcionar.

En los primeros minutos ya me doy cuenta de que el frío no me va a abandonar. Noto la diferencia entre las vaguadas y zonas altas y doy gracias al cielo porque no haya viento. Es curioso como al correr, sobre todo por las mañanas en calma, se notan en la piel los diferentes microclimas del campo. La diferencia de temperatura entre las zonas frías, como los arroyos, y las más cálidas, como los bosquecillos protegidos a media ladera, es realmente considerable.

Decido no tomar referencias a lo largo de la carrera. Lo que sea, será, y prefiero dejar que las sensaciones marquen cada tramo. El primero de ellos se hace relativamente cómodo. Creo que debo ir más lento que otras veces. La oscuridad y el frío no son buenas para coger velocidad. Además, cada vez que hago un esfuerzo mayor, por pequeño que sea, me deja jadeando. Y el aire frio parece que se quede por el camino y no termine de llegar a los pulmones.

Voy bebiendo cada poco. La última vez no puse demasiada atención a la bebida y lo noté. Además, hoy he decidido probar con isotónica a ver qué tal va la cosa (aunque también llevo una botella vacía para facilitar el relleno y para beber agua sola si el cuerpo la pide).

Cuando llego a Moralzarzal corro por las calles vacías a la luz de las farolas. Parece más de noche correr por aquí que por en medio del campo. En cualquier caso, a la salida de Moralzarzal ya no hace falta más luz que la del alba, que poco a poco va iluminando las montañas y los bosques que me rodean. Es el momento del día que siempre me ha gustado más. Disfruto de él en soledad mientras comienzan las primeras rampas del Telégrafo.

Ya he comido hace un rato una barrita de chocolate y ahora, mientras subo entre los pinos, mastico un dátil de los que llevo como refuerzo. Creo que no voy con un ritmo tan relajado como la última vez, pero al menos la subida es realmente cómoda. Son 300 metros de desnivel en cinco kilómetros, con un ritmo muy regular.

El frio me sigue afectando a pesar del esfuerzo y de que, a mitad de subida, el sol asoma por detrás de la sierra de Hoyo. Noto el pecho helado, y sólo la idea de quitarme la mochila para guardar el frontal me hace tiritar. Así que decido subir con el frontal enrollado en la mano para guardarlo cuando llegue arriba.

No veo a nadie durante toda la subida. Lo mismo me paso la última vez y eso que era más tarde. Disfruto pues de la montaña para mí solo hasta llegar a la torre. Guardo por fin la luz, saco un bizcocho energético y me preparo para disfrutar de seis kilómetros de bajada. Ya en el pueblo paro por primera vez para beber medio litro de la fuente. No he gastado más que un litro de isótonica ya que casi no he sudado, pero decido llevar la botella llena por si acaso. Aunque al final, la botella acabará llegando entera a casa, ya he pasado en más de una ocasión por la incomodidad de no tener líquido cuando el cuerpo lo pide, y prefiero pecar por exceso que por defecto.

Queda lo peor, los últimos 10-12 kilómetros. La última vez, en cuanto empezó otra vez el sube y baja, noté mucho el cansancio y bajé el ritmo hasta el de carrera-arrastre. Hoy me pasa lo mismo, pero menos. Creo que el hecho de que no me haya emocionado en ningún momento, y de haya tomado más alimento-bebida ayuda. La penúltima subida larga la hago en plan Chiquito, pero luego voy un poco mejor y los tramos malos van pasando sin grabarse a fuego en la cabeza. Llego a la última subida cansado pero con ánimos todavía. Y encaro la larga bajada final con algo más cercano al trotecillo que al lloriqueo.

Cuando llego, veo que he hecho más o menos lo mismo que la última vez. Entonces empecé mejor al principio y peor al final. Creo que me sale más a cuenta reservar fuerzas como he hecho hoy. Y en cuanto al frío, el caso es que la temperatura tampoco ha sido tan baja (y encima no ha habido viento) Sin embargo la sensación de tener el pecho helado me ha molestado durante toda la carrera. 

Ese ha sido quizás el mayor error del día (o de la noche). Ese, y no haberme puesto en ningún momento el chubasquero que llevaba en la mochila. Ahora no puedo comprender por qué no lo he hecho. La próxima vez tendré que salir bien calentito de casa.

En resumen
  • Bebida isotónica: bien. Y lo de alternar con agua sola, mejor. Por cierto, en invierno no hace falta meter la botella en la nevera.
  • Conservar el calor: fundamental (a ver si es verdad eso de que de los errores se aprende).
  • Comida: barritas de chocolate, bien (aunque con el frio se congelan un poco). Bizcochos, bien (pero el sabor ya lo empiezo a asociar con agotamiento). Dátiles, mejorable (la próxima vez probaré con gominolas). Comida de verdad, creo que debo darle otra oportunidad a las tortillas de maíz.
  • Luz: el frontal da luz de sobra. Aunque a esta velocidad me bastaría con un par de cerillas.

DATOS

42,05 Km (26,13 millas)
874 m
4h 36 min (9,14 km/h)