El regreso a las rutinas escolares ha coincidido con la llegada del otoño. Y, esta vez, la estación ha sido puntual. No como ocurrió el año pasado, cuando el verano y el invierno casi se dieron la mano.
Yo realmente lo he agradecido. Porque a mí lo que me gusta de verdad es correr cuando hace un cierto fresquillo. Lo justo para trotar sin sudar la gota gorda, pero sin terminar con las manos heladas.
Así que espero que la estación sea larga. Con días de viento, días de tormenta, semanas de sol, veranos del indio, algo de lluvia y muchas hojas secas. Y que luego nos llegue un invierno cargado de nieve. De esos que nos traen recuerdos de infancia.
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