No me gustan tampoco los cielos anodinos del verano. Meses enteros de azul pálido en el que no asoma ni una nube por el horizonte. Prefiero los juegos de luces y sombras de esos cielos en los que el sol y las nubes se alternan para darle vida al paisaje.
Aunque quizás lo mejor sea la variedad. Un día de tormenta seguido por otro de color azul eléctrico. Una jornada con campos de nubes flotando como borregos y otra de vientos huracanados. Sol, lluvia y nieve, uno detrás de otro.
Así que ahora estoy deseando que lleguen ya esos días despejados y fríos de invierno. Con el suelo crujiente por la escarcha. Con la atmósfera limpia y brillante. Días en los que el sol apenas asoma tímidamente por el horizonte. Entonces toda será perfecto para correr por el campo. Al menos si no dura demasiado.
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