Hay dos cosas que cambian totalmente el paisaje habitual por el que trotamos día a día. Una es maravillosa: la nieve. La otra empieza como una curiosidad y termina siendo una pequeña maldición: la niebla.
Por eso, esta semana en la que han amanecido muchos días con el ambiente gris, la luz lechosa y las vistas reducidas me he tomado un pequeño descanso. Tan sólo he corrido un par de días. Con ese ambiente murrio que acompaña a la niebla.
Un recorrido por Hoyo y otro por Torrelodones. Aunque podría haber estado en los Alpes y hubiera dado lo mismo. Porque correr por el campo en medio de la niebla es igual que usar una cinta en un baño lleno de vaho. O casi.
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