Después de pasar tres semanas parado, por fin he podido volver a correr. Ha sido duro, sobre todo porque entre febrero y marzo el campo comienza a transformarse y es un momento en el que las cosas cambian de un momento para otro. A pesar de que he podido dar algunos paseos, lo cierto es que el paisaje por el que he trotado estos días no tiene nada que ver con el que había cuando el invierno todavía seguía con nosotros.
Los narcisos ya están floreciendo, tanto los que crecen entre las rocas, de un color amarillo limón, como los pálidos que salen en grupos debajo de las encinas. Los pájaros están ya defendiendo sus territorios a pleno pulmón, y cada día que pasa veo alguna especie nueva que ha regresado de su retiro de jubilados en el sur (hoy ha sido una abubilla).
Con toda el agua que ha caído estos meses pasado (en forma de lluvia o nieve), el campo todavía está verde y el suelo esponjoso. Así que parece que la primavera va a ser gloriosa. Espero no romperme de nuevo y tener que volverla a ver desde la ventana.
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