miércoles, 1 de septiembre de 2021

Decadencia


El paso de los años tiene consecuencias para todos. Yo llevo mucho tiempo en el que esto de correr lo hago sólo por amor, porque ya no tengo el cuerpo para farolillos. Pero hoy ha sido la primera vez que he tenido que recortar el recorrido previsto, y volver a casa por la vía más directa por problemas físicos.

No míos. Yo ya los he tenido de todos los colores. Hoy la que no podía con su alma ha sido mi compañera canina. Son casi doce años en los que siempre ha ido por delante, pero hoy, después de perderse un rato investigando esos olores que tanto le gustan, ha vuelto como un alma en pena. Así que he tenido que bajar el ritmo y enfilar para casa con ella detrás, jadeando pegada a mis talones. 

Y el caso es que no me ha pillado por sorpresa, porque los últimos meses ya había ido viendo algunos avisos de que su cuerpo envejecía a un ritmo más rápido que el mío. Cada vez eran menos y más cortas sus escapadas mientras me acompañaba corriendo. Ya no zigzagueaba a toda velocidad a mi alrededor, ni perseguía a los conejos (aunque nunca haya estado ni siquiera cerca de atrapar alguno). Además, ha comenzado a tropezar de forma habitual.

Porque, para el que no lo sepa, los animales también tropiezan. A veces porque pierden pie en alguna de sus patas. O porque se enredan con alguna piedra o palo que sobresale en su camino. El caso es que no se suelen caer de forma estrepitosa, como lo hacemos nosotros. Pero tropezar, tropiezan lo mismo.

En su caso son pasos perdidos, en zonas fáciles, que delatan ya el cansancio acumulado de una vida disfrutada al máximo. Todavía seguirá corriendo conmigo por las mañanas, pero me tocará cuidar de ella y esperarla a veces en alguna cuesta. Nada grave, porque en el fondo mi cuerpo también está ya transitando el mismo camino.






No hay comentarios :

Publicar un comentario