Los días se están haciendo cada vez más cortos, y en apenas una semana la noche le ganará la partida al sol. Debido a mis horarios, he comenzado ya salir a correr con frontal. En esta época del año, se nota mucho como la luz disminuye de jornada en jornada.
Todavía necesito la ayuda del frontal tan sólo durante los primeros minutos de mis recorridos, pero cada día que pasa llego más lejos con él encendido. Lo que tiene sus cosas buenas y malas, como casi todo en la vida.
Lo malo es que no es muy agradable tener limitado el campo visual a un círculo pequeño, que tratamos de cazar con cada zancada. Lo bueno es que puedo vivir de verdad el momento más mágico de todos: el comienzo del alba. A veces, para percibir mejor esos minutos de luz vaga, apago el frontal cuando todavía es de noche.
Es difícil describir la belleza de esos instantes, porque las sensaciones son tan tenues como esa luz que poco a poco va surgiendo entre las sombras de la noche. Lo mejor es vivirla en directo. Y esta época, cuando todavía el frío no muerde, es perfecta para poder hacerlo sin tener que madrugar demasiado.
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