Normalmente sólo escribo sobre una salida cuando la cosa me ha llevado su tiempo. Hace años mis recorridos eran largos de verdad, pero desde que mis rutinas me hacen salir cada día sólo en torno a una hora suelo agrupar las impresiones de varias jornadas cuando me siento a escribir.
Sin embargo esta vez ha sido especial. La salida más corta que recuerdo haber hecho nunca, de apenas 30 minutos, se lo merece. No porque haya batido ningún récord de velocidad, o porque el campo haya estado más bonito que otras veces (aunque realmente estaba precioso). Simplemente porque hoy he podido volver a correr, cuando pensaba que tendría que esperar todavía dos semanas antes de trotar de nuevo.
Mi última lesión fue novedosa, en el sentido de que nunca antes me había escacharrado la parte trasera del muslo (bíceps femoral?). Pensaba que nadie me quitaba las tres semanas parado de rigor, pero al ver que no me dolía nada me he animado a hacer una prueba. Y todo ha ido de maravilla.
Una salida cortita para no forzar, pero que me ha alegrado mucho. Una pena que justo cuando ya estaba llegando a casa, mi compañera se me ha cruzado y al tropezar con ella me he dado un costalazo, del que todavía me resiento. Dolor y moratones con una sonrisa. Los corredores lo entenderán.
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