La primera ola de calor nos llega con el campo todavía verde y florido. Aunque no llueve desde hace un par de semanas, el agua sigue rezumando en algunas charcas, prados embarrados y barrancos como el de las Joyas.
Así que da gusto correr al amanecer, cuando el fresquito de la noche todavía no se ha dispersado en el aire y el rocío hace brillar la hierba.
Días efímeros los de la primavera castellana. Momentos en los que nos rodea un paisaje teñido del verde norteño. Una experiencia extraña a la que no llegamos a acostumbrarnos del todo. Quizás por eso nos guste tanto.
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