Una salida por la zona del Robledillo y de la Solana con la que quería endurecer un poco las piernas para acostumbrarlas a correr más lejos. Pero desde el primer paso, el cansancio me ha envuelto de arriba a abajo.
La experiencia me ha enseñado a seguir corriendo, aunque mi cuerpo no esté para farolillos. A veces, en salidas como esta, soy realmente consciente de que mi tiempo de correrías campestres llegará a su fin en un futuro, que espero que todavía quede lejos.
Hace años que dejé atrás mi pico de forma, y empecé a correr por un páramo hermoso que me permite disfrutar de cada paso que doy sin tener que consultar el cronómetro. El paisaje tiene ahora más importancia que nunca, y correr es tan sólo la llave que me permite ir abriendo cada día habitaciones nuevas llenas de regalos.
Porque correr para mi es sobre todo eso: un regalo. Algo maravilloso que, como todo lo bueno, tiene fecha de caducidad. Quizás por eso escribo este diario digital. Para revivir los caminos que voy trotando, y que se van haciendo más cortos con cada paso que doy.
1h 24 min
No hay comentarios :
Publicar un comentario