Esta mañana he sentido que ya había llegado la primavera. Es cierto que se ha acabado el poco frío que hizo de la semana pasada, pero no era por eso. Ha sido más bien una sensación basada en dos sentidos a los que normalmente no hacemos caso. Esos que, cuando se juntan en enviarnos señales, nos hacen pensar en que hay un sexto.
Bueno, lo cierto es que tenemos más de seis sentidos, pero esa es otra historia. Lo que he notado hoy ha sido el olor de la tierra, de las plantas... A savia nueva, a vida surgiendo del suelo mojado. Y lo que percibía mi oído: cantos de pájaros. Hasta me ha parecido escuchar un autillo.
Por otra parte, cada vez son más las plantas que se despendolan luciendo sus flores. En plan tentativo, pero generalizado: muchas jaras (que tendrían que florecer en abril!), violetas (que siempre me recuerdan a Machado), dientes de león...
Estamos todavía en invierno, y en teoría falta mucho frío por llegar. Puede que nieve, seguro que más noches de hielo. Pero el caso es que hoy mi cuerpo tenía la sensación de que ya había llegado el primer aviso de la primavera.
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