Una semana variada, en la que he hecho al alba recorridos largos y cortos, sin repetir paisajes. Con la luna llena despidiendo la noche, y el sol levantándose cada día más temprano. Y con la sensación convertida en seguridad absoluta de que ya ha llegado la primavera.
Para empezar, por el calor. No sólo el del mediodía, que también. Al fin y al cabo en enero siempre suele hacer una o dos semanas de buen tiempo. Pero lo raro de verdad es poder salir a correr antes del amanecer en camiseta y pantalón corto. Luego están las flores. Son decenas de jaras las que lucen sus banderas blancas. Y, sobre todo, los pájaros que ya han puesto su banda sonora a todo trapo por las mañanas.
Cada vez tengo más la sensación de que el famoso punto de equilibrio del calentamiento global lo dejamos atrás hace tiempo. Lo que nos toca ahora es cabalgar una ola que, más tarde o más temprano romperá sobre nuestras cabezas. Es como ver un accidente de coche a cámara lenta. Mitad asustado y mitad fascinado por lo que se nos viene encima.
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