Cuando estoy tratando de recuperar la forma, después de pasar por uno de mis habituales valles, suelo empezar a probar las alas de nuevo dando la vuelta al pueblo. Aunque no está mal del todo, no es el recorrido más espectacular de la zona, pero tiene una cosa muy buena cuando no estoy seguro de cuánto voy a poder aguantar.
La forma de este recorrido me permite recortar en cualquier momento y volver a casa por la vía rápida. O lenta, según se mire. Aunque lo normal es que casi siempre lo termine, no tanto por la fuerza de mis piernas como por testarudez.
En esta ocasión la cosa no estaba para farolillos, así que me lo he tomado con mucha calma. Entre la hora temprana y mi ritmo de desplazamiento glaciar, he podido ver cuatro ciervos al pie del Picazo, que han escapado monte arriba y se han parado luego a observarme con curiosidad. No sé por qué, cuando me cruzo con rumiantes mientras corro, siempre encuentro una mezcla de escepticismo y crítica en su mirada.
El cielo se ha ido abriendo poco a poco, y así para cuando he llegado a la zona del cuartel el sol ha animado a cantar al primer cuco que he escuchado esta temporada. Hace un año lo pude escuchar casi 20 días antes, pero entonces no había caido el diluvio universal durante semanas seguidas.
2h 00 min
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