A pesar de mis muchos trotes por la sierra Cabarga nunca había subido al pico más occidental, uno que algunos llaman Peñas Blancas y otros Castril Negro (a pesar de que el castro de Castril Negro está realmente un poco más al este, en Peña Mora). Sea como sea, me parecía un recorrido asequible a mis fuerzas. Pero no contaba con perderme una vez más.
La idea era llegar al pico siguiendo primero la pista de los lagos, que usa la plataforma de un antiguo tren minero, y luego subir poco a poco al collado del Rodadero. Hasta aquí todo perfecto.
Incluso he encontrado luego el senderillo que sube directo desde el collado hasta la cima doble del monte, donde hay una especie de maqueta en miniatura del edificio que corona la Peña Cabarga.
Lo malo es que en la bajada hacia las antiguas minas me he liado y, en vez de rodear de vuelta el monte, he bajado demasiado rápido por las trochas abiertas en un bosque de eucaliptus. Cuando he llegado abajo del todo, un camionero estaba abriendo una cancela para sacar los troncos cortados, y al preguntarle he descubierto que me había metido de lleno en el parque de Cabárceno.
Así que me he puesto a buscar la salida de esta especie de parque jurásico, trotando al lado de elefantes y gacelas. Lo peor ha sido que con el desvío mis piernas ya no estaban para farolillos. Lo único reseñable del camino de vuelta ha sido que, casi al final, me he cruzado con un lución, una especie de lagarto con forma de pequeña serpiente que suele ser difícil de ver por su timidez.
2h 19 min
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