Que el tiempo es algo relativo se sabe desde que el mundo es mundo. Por ejemplo, un minutito nunca son sesenta segundos. Una hora corriendo puede ser una nimiedad para algunos o una meta casi inalcanzable para otros. Por eso a veces hablamos de semanas cortitas. No porque tengan menos días que las otras, sino porque se nos pasan en un suspiro.
Esta semana ha sido uno de esas. Realmente corta, porque cuando me he querido enterar ya estaba trotando por el monte en pleno viernes. Tempus fugit, como diría Virgilio.
Y pasa a veces que, cuando el tiempo se comprime en nuestras cabezas, los recuerdos se borran de nuestra memoria. Cuesta recordar los sitios por los que hemos pasado corriendo, los caminos que hemos seguido y los charcos en los que nos metimos. Por eso hago fotos.
Está demostrado que las fotos nos graban a fuego los recuerdos, reales o ficticios. Al mirarlas puedo rememorar mis salidas por el monte. Y volver a recorrer los senderos que seguí hace meses.
Así que espero que las fotos que he hecho esta semana me permitan volver a recuperar el tiempo perdido. Días de sol y poco frío. Con los cielos limpios de un azul eléctrico o con las nubes convirtiendo cada paisaje en un cuadro. Y el campo para mí sólo. Como siempre.
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