Este año el otoño está cumpliendo su papel a la perfección. Empezó con días soleados. Siguió con nieblas y lluvias. Y ahora nos ha traído ya un avance de lo que se supone que nos ofrecerá el invierno que se avecina: frío.
Todavía queda por venir la nieve, la escarcha, las heladas traicioneras y, lo peor de todo, el viento siberiano. Ese que encuentra los resquicios en la ropa para cortar con su cuchillo de hielo nuestras carnes ateridas. Pero el caso es que, como aviso de lo que nos espera, ya vale.
El caso es que el grado real de la temperatura exterior lo podría medir con la cantidad de ropa con la que corro por las mañanas. Y como todavía sigo usando pantalón corto y una camiseta de manga larga, tampoco es que la cosa esté muy mal. Cuando tenga que sacar del cajón las mallas largas y ponerme dos capas de ropa (o tres) habremos cambiado de estación.
Y el día que tenga que usar la máscara de neopreno para respirar estaremos ya en lo más crudo del crudo invierno. Hasta entonces, toca disfrutar de los colores del campo. En gamas amarillas, naranjas y ocres.
La semana empezó con niebla y algo de lluvia. Luego mejoró el tiempo, abriéndose los cielos y dejando que el sol se colara entre las nubes. A veces con efectos espectaculares, como si un foco teatral iluminara el paisaje.
Y hoy ha terminado como empezó. Con niebla, lluvia y frío. Y yo trotando por el monte más solo que la una. Porque el caso es que ya casi no me cruzo ni con bichos. Estarán esperando a que mejore el tiempo.
Yo tengo este año la firme intención de correr siempre en pantalón corto. Veremos cuanto aguantan mis principios.
ResponderEliminarSeguro que aguantan hasta que llegue el viento siberiano. Pero como decía Groucho Marx: estos son mis principios y, si no te gustan, tengo otros.
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